Es un lugar fino, de comida refinada, buen vino, ambiente relajado, como si estuviera paseando en góndola por Venecia, disfrutando de la música de acordeón y los meseros con playeras a rayas rojas. Se come con calma y se disfruta de la comida que tiene una refinada preparación y la amabilidad de todos los que te atienden es excelente. Yo no diría que es un lugar para ir diario ya que es caro; en relación a su servicio y la comida, lo vale, y por cierto, deja espacio para el postre.